
En la esquina le veo subir, delgado y algo desarticulado, con ropas anchas y un gorro que hace juego con sus zapatillas sicodélicas. Me mira fijamente mientras busco refugio en el último asiento. Y ahí está él, alto y menudo, vestido de traje y corbata… aquel que ofrece protección sin siquiera dar una palabra. “Aléjate de nosotros flaite”, -pienso ofuscada- “tengo quien me defienda” y me apego a aquel príncipe del Transantiago. Mas cuando mi caballero guardián se baja, el flaite se acerca rápidamente. Maldición –me lamento-, pero él solo me dice: “Socia, el loco del traje le robo la billetera”.
Dead_dlesh!
Rolando Faúndez Gómez
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