lunes, 14 de junio de 2010

GUITARRA PERSEGUIDA

Caminaba por las calles de Santiago con su guitarra bajo el brazo y una melodía en la boca. Desde temprano, la jornada laboral era emprendida por él como un trabajador cualquiera, de esos que llenan las micros matutinas, en aquellos años en que el oficio del cantor era perseguido por la dictadura, pues, en la música callejera se expresaba la lucha y la esperanza de ver a Chile libre de la bota militar.
Era un día como cualquier otro. Para empezar, era infaltable el té y la sopaipilla del carrito de la señora Ema, esa mujer mapuche que traía el olor a humo y leña del sur, con sus maravillosas sopaipillas amasadas por sus manos de mujer campesina. Ese era el desayuno vital y callejero que alimentaba la mañana del cantor.
Comenzó a afinar su guitarra, a tararear suavemente, para calentar la garganta, no había pasado mucho tiempo cuando llegó la primera micro, venía tan llena de gente, principalmente escolares, que no pudo subir. No le quedó más remedio que esperar uno rato para que las micros pasaran plateadas, es decir, con la platea llena (los asientos) y el escenario desocupado (el pasillo). Para esa mañana había decidido que cantaría como primer tema, “El aparecido” de Víctor Jara que era su caballito de batalla y para finalizar “Me gustan los estudiantes” de Violeta Parra, que le gustaba dejar como mensaje hacia las nuevas generaciones.
Apenas hubo terminado de acordarse bien de la letra se dispuso a pedir las micros con su guitarra alzada, cuándo desde la esquina vio una patrulla que doblaba lentamente en su dirección, no demoró en reconocer en el asiento del copiloto al “Patas Largas” un paco de la 4ª comisaría, famoso por su mal carácter y su obsesión por hostigar a los músicos callejeros., Habitualmente, entre los cantores se comentaba que este teniente corría tras los cantores en fuga con tanta velocidad, que nunca fallaba en sus capturas, y una vez en el calabozo sus golpes dejaban a los cantores en terribles condiciones y lo que era peor, les rompía los instrumentos. No dudó rápidamente en esconder tras su cuerpo la guitarra, que con tanto esfuerzo le había regalado para la pascua su mamá, y que por esos años resultaba una útil herramienta para contribuir en el presupuesto del hogar. En ese momento, una micro llena se detuvo frente a él, bajaban como tropilla los escolares atrasados, y atrás la patrulla parecía detenerse. No supo como justo se abrió un espacio visible entre el chofer y él, tímidamente señalo su guitarra escondida, el chofer vaciló eternos segundos para afirmar fríamente con un movimiento de cabeza. Se trepó en la micro a duras penas, al subir sintió sobre sus hombros la mirada terrible del “Patas largas”, quién había posado sus ojos sobre la guitarra del cantor.

Como pudo caminó por el pasillo repleto de personas, el calor de los cuerpos, lo hacía sentir menos vulnerable, o al menos más protegido entre la gente que somnolienta se afirmaba de los fierros. Llegó hasta la puerta trasera, se puso el colgador en el cuello y como pudo se acomodó la guitarra. Algunos dormidos pasajeros se incorporaron con el primer rasgueo de la guitarra, comenzó a cantar, la voz le salía rara por el susto, pero de a poco fue recobrando la fuerza. Los escolares bajaban, los trabajadores subían, y la letra del “Aparecido” parecía contar su historia. Conmovido termino la canción, para continuar con el segundo tema. Algunos de los escolares en la fila izquierda sonreían orgullosos de ser nombrados en las letras de Violeta Parra. Ya casi olvidado del sinsabor anterior, terminó la canción y recitó casi de memoria el discurso que presentaba las canciones, solicitaba el aporte voluntario y además invitaba a la gente a unirse en contra del tirano. Comenzó a pasar por los asientos, una a una las monedas caían en su mano, cuando casi en la entrada vio que por las puerta trasera subía el “Patas Largas”, con un terrible y ronco “Bajate conchetu…” dejó a la señora del primer asiento con la mano estirada, y como pudo bajo las escaleras, cruzó la calle y corrió como nunca antes lo había hecho, parecía que era el diablo quien lo perseguía. Tenía tanto miedo de mirar atrás y encontrarse con los horribles ojos del “Patas Largas”, que no se atrevió a girar la cabeza, y siguió corriendo tanto que perdió la noción del tiempo, sólo sabía que no miraría hacia atrás, se aferró a su guitarra como quién se aferra a la vida, y cuándo la fatiga se apoderó de él se detuvo como para entregarse, girando con su guitarra alzada, pero no había nadie de uniforme siguiéndolo. Había tenido mucha suerte, quizás la que no tuvieron otros, se había salvado, respiró hondo y se le vino a la mente “el Aparecido” que en la voz de Víctor Jara le decía “correlé, correlé, correlá…”


Kume Malen
Lilian Paz Bravo Silva

No hay comentarios:

Publicar un comentario