martes, 15 de junio de 2010

EL CANTAR DEL MIMO CID

Cuando subió por última vez a alegrar el viaje de otros, Juan Cid no pudo evitar derramar una lágrima teñida de negro y otra pintada de blanco por sus mejillas... “Sólo Dios sabe si vuelvo”, coincidentemente pensó la misma frase que contenía una pegatina que decoraba el frontis de aquella micro, conducida por un chofer gordo, sentado sobre un sillón “enchulado” con una funda de cuerina roja y flequillos amarillos.

En el trayecto, recordó que hasta se ganó la vida cantando... cuánto le gustaba cantar “Soy pan, soy paz, soy más...” de Piero con Mercedes Sosa y mientras concitaba la atención con sus gestos de cara y manos, en su interior recreaba la letra de aquella canción... “Fui niño, cuna, teta, techo, manta, más miedo, cuco, grito, llanto, raza, después mezclaron las palabras o se escapaban las miradas algo pasó... no entendí nada”. ¡No entiendo nada!. Dijo, a viva voz, ante la sorpresa de los pasajeros, y confuso no fue capaz de pedir una colaboración por su arte, al contrario, adelantó el final de su actuación y con el escenario itinerante aún en movimiento, se lanzó al pavimento. En ese lugar, a tres minutos de la 376, que había dejado atrás, alcanzó a presenciar en un irónico juego del destino, la siguiente micro, pintada de blanco y verde, la misma que le quitaba su fuente de ingresos.

Pero no dejó en su mente de tararear... “Vamos, decime, contame todo lo que a vos te está pasando ahora, porque sino cuando está el alma sola llora, hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera, hablar mirándose a los ojos, sacar lo que se puede afuera para que adentro nazcan cosas nuevas”. ¡Qué adentro nazcan cosas nuevas! Volvió a replicar con fuerza, al tiempo que un escolar que pasaba por allí, al oírlo y viéndolo así caracterizado, le gritó sarcásticamente: ¡Chanta!, y dicho esto el estudiante salió corriendo rápidamente con una tarjeta “bip” en la mano.

Repuesto de la serie de bochornosas sucesos, siguió pensando en aquello de las cosas nuevas, que podría dar un cambio a su vida, que ya antes lo había intentado y una vez más lo haría, había sido ya tantos otros que no debería tener problemas en reinventarse nuevamente, y musitaba: “Yo soy, yo soy, yo soy, soy agua, playa, cielo, casa, planta, soy mar, Atlántico, viento y América, soy un montón de cosas santas, mezcladas con cosas humanas, como te explico... cosas mundanas”. ¡Sí, yo puedo ser muchas cosas a la vez!, lanzó, asustando a un abuelo que, apoyado en su bastón, al ver su postura pensativa tan bien realizada, se le había acercado trabajosamente para entregarle $500. Disculpe usted, lo siento... le dijo al viejo, y este último, hosco, aún conmovido por la impresión, le propinó un bastonazo.

Sin embargo, esto no le importó, y liberado decidió cantar animadamente hasta su casa “Soy, pan, soy paz, soy más, soy el que está por acá, no quiero más de lo que me puedas dar, uuuuuuh hoy se te da, hoy se te quita, igual que con la margarita... igual al mar, igual la vida, la vida, la vida, la vida...”

Estaba seguro que más allá del par de kilómetros que le separaban de su hogar, sus andanzas continuarían siendo heroicas, porque la vida le deparaba cosas nuevas, y con el brazo empuñado cantaba con renovado entusiasmo “cosas nuevas, nuevas, nuevas...”.

Johann
Juan Luis Carreras Martínez

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