martes, 15 de junio de 2010

EL PAN Y AGUA

Y dice más o menos así. La historia que les voy a contar tiene que ver con un hecho muy real, dramático y muy simpático. Es la verdadera historia de un gran cantor popular, que si bien no aparecía jamás en un diario o en la televisión, a quienes le conocimos nos dejó la huella a seguir de como un cantor, a pesar de todas las dificultades, nunca debe perder “la dignidad”. Todos le conocimos como el “ Paniagua”, cuyo apodo proviene del año 80, más o menos, en que decide formar junto a otros cinco integrantes , un grupo musical , del canto popular y latinoamericano llamado “ Los Pan y Agua “. Imagino que el nombre tenía relación con los momentos difíciles que Chile atravesaba, en lo político y económico, que no queríamos seguir oprimidos y ganarnos la vida ”dignamente” aunque alcanzara tan sólo para pan y agua, ya que eso era suficiente para salir adelante con toda la familia.
El “Paniagua”, estuvo en el grupo alrededor de diez años, recorriendo parte de Chile, tocaba diferentes instrumentos y además hacía voces. Por razones que desconozco se disolvieron, y me imagino que a cada uno le decían “Paniagua”. Sin embargo, de quién les hablo, cayó en el alcohol, y dormía casi siempre en la calle, aunque su madre tenía su casita donde él podía llegar cuando quisiera. Cuando lo empecé a conocer entendí por qué razón la gente que duerme en la calle, teniendo familia, muchas veces no están con ellos. Ahí encuentran “la libertad”, para hacer y expresar lo que quieren decir sin sentirse oprimidos por el mundo “moderno “en el cual vivimos.
Como dormía en la calle en Santiago, comúnmente cerca de Las Rejas, o Velásquez, donde encontrara un poco de agua, en la calle o baño público, se pegaba su “ guena lavaita e’ cara”, una “peinaita” a la diabla, y a buscar su “ guen desayuno”, que por cierto no era más que un litrito de vinito blanco, el cual echaba siempre en una botella chica de Sprite. Así, todos los pasajeros creerán que es “bebida”, al momento de subirse a la micro a tocar su famosa “quena”, hecha por él mismo de tubo plástico para la electricidad, más conocido como PVC.

El momento en que se subía a la micro, era lo mejor que hacía, con su quena al pecho, su ropa un tanto sucia y desordenada y su “bebida” en el bolsillo trasero del pantalón, con voz muy enérgica y muy seria, decía, con permiso. Y dice más o menos así, ahí no lo paraba nadie, tocaba como los dioses, luego hacia la pausa, respiraba y decía, con mucha dignidad: No les vengo a “mendigar“una moneda, me la estoy ganando, con el derecho que me da el canto popular, el mismo de Violeta y Víctor Jara, así que agradezco a quienes colaboren y los que no puedan no importa, pa. la otra será.

Eso era lo que más me gustaba del “ Paniagua”, su dignidad, nunca se rebajó, a nada y tenía muy claro sus ideales, ya que cada vez que nos poníamos a conversar en algún paradero, sobre cultura, política o cualquier otro tema de importancia, nos dejaba muy en claro que cosas de farándula no comentaba ya que no tenían ningún provecho, ni sentido alguno para alguien con dos dedos de frente como él. Lo que ganaba en la micro le alcanzaba lo suficiente para sus “bebidas” diarias y algún pan con algo, pa. engañar las tripas, sin olvidar que, además, fumaba bastante. Como se sentía dueño de si mismo, cruzaba la calle donde quería y partía para donde el viento lo llevara.

Con ese ritmo de vida, sabía más que nadie que en cualquier momento el tiempo le pasaría la cuenta. Y fue así como de a poco sintió que las piernas se le cansaban más luego, que el aire le faltaba y que estaba muy flaco. Jamás nos hizo caso cuando le decíamos que se cuidara, que no tomara tanta “bebida “y que volviera con su familia, porque a sus cuarenta y tantos años, le vendría seguro alguna complicación, con el correr del tiempo. Ahí la cosa era peor, nos alegaba que su familia era el “publico” que cada día lo acogía tocando su famosa quena, y que la otra parte de él, éramos sus amigos de la calle, los cuales compartíamos sus ideales y nos ganábamos la vida con la misma “dignidad “que lo hacía él.

La última vez que hablé con él fue casi a fines del 2008, donde a cada rato le recordaba que debía ir a un médico, que no se hiciera leso a si mismo, de lo contrario lo echaríamos mucho de menos.

En el 2009, me enteré por casualidad, conversando con mis amigos que en una sala de hospital en Santiago, la voz del “Paniagua” se apagó para siempre, que la última persona que lo vio con su famosa “quena”, fue el doctor que lo atendió, que por cierto en su calidad de médico, ese instrumento, no tenía ninguna importancia más que adorno en el pecho de nuestro gran amigo, y tal vez haya cerrado la “bolsa” con ella adentro.

Digan lo que digan los demás, agradezco al destino por haber conocido al “ desfamoso “ “ Paniagua “, para algunos, que a mis cuarenta años, comprendí la importancia de caminar en esta vida con un sentido claro, con la convicción de ideas, y dejar al menos alguna semilla para que la tierra próspera y bendita pueda hacerla germinar el algún momento, y que si la mayoría actuara como “ Paniagua”, lo hacía en sus ideales, la cosa sería muy distinta y tal vez mejor.

Estoy seguro que donde se encuentre “Paniagua” , junto a otros que ya partieron de este mundo, unos músicos, otros público, estarán disfrutando del mejor concierto celestial y junto a los ángeles o el cosmos para otros, se deleitarán junto a esas voces que se acallaron en su momento y el mejor y más sincero aplauso se oirá hasta las estrellas, para recordarnos a quienes seguimos aquí, en la tierra , luchando y armonizando la vida en las micros, de aquél público fiel y acogedor, en los distintos escenarios de la vida, que las ideas no se transan, que los valores nacen con cada uno y que la sociedad más justa es aquella que respeta a todos , sin importar, raza, color, religión, estirpe ni condición.

Aquí termina esta historia, estoy esperando la micro, con su permiso señores. Y dice más o menos así.

El Tiznao
Víctor Ricardo Zárate Tisnao

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